viernes, 5 de abril de 2013

El dinero no compra la felicidad


El dinero no compra la felicidad

Pffff, frase vieja. Lo escuchamos siempre. Hasta Mastercard nos lo dijo durante su más famosa campaña. Irónico ¿no?, una tarjeta de crédito, filosofando sobre una idea tan contraria a su propio negocio. Pero es cierto, tan cierto que lo terminamos olvidando en el día a día.

Hoy, como todos los días, amanecí con inmensas ganas de tener muchas cosas: un smartphone, una tablet, un BMW, pero por cosas de la vida todavía no los puedo tener, una dura lección para una shopaholic como yo que por lo menos un chicle tiene que comprar para sentir ese placer extraño de tener algo nuevo. Si, debería hacer terapia.

El problema no es que quiera comprar tantas cosas, es el hecho de no estar contenta con lo que tengo hoy. No me malentiendan. Tener aspiraciones y deseos es bueno, el conformismo es malo. Pero cuando ese deseo te nubla lo que tenés en frente y ya amarga tu vida por no tener lo que querés, estamos mal. Si hoy no soy feliz con lo poco que tengo, ¿quién me asegura que cuando lo tenga todo, alcance la felicidad?

La de la foto, es Luna, mi gata. Además de ser así de linda, está loca de remate. Looney Luna. Vive su vida en un pequeño depa, viendo el resto del mundo a través de las ventanas del balcón. Se contenta con cazarnos los pies todos los días mientras tratamos de apurar el desayuno para correr al trabajo. Con todo el dinero del mundo no podría comprar la felicidad gratuita que ella tiene y que me ofrece con cada una de sus locuras. Luna es parte de lo que Dios me regala cada mañana y que no siempre disfruto por causa de mis incontrolables deseos de tener más.

Calle 13 corea en uno de sus temas “no puedes comprar al viento, no puedes comprar al sol, ni mi alegría, ni mis dolores” ¡Qué gran verdad! Una pequeña perla encerrada en una música de moda que normalmente suelo despreciar. Con todo el dinero del mundo no podría comprar el fresquito de esta mañana o un minuto más de vida.

Así que ese es el reto de hoy, preguntarme, ¿realmente necesito lo que tanto quiero?, ¿va a cambiar profundamente mi vida cuando lo tenga? Mi respuesta es no, no necesito ni el smartphone ni la tablet, me manejo muy bien con la PC, la Notebook y mi Nokia 2690. Tampoco necesito el BMW, la oficina me queda a 5 cuadras del depa. Una lección aprendida por hoy. Ya me tocará mañana hacer nuevamente este ejercicio, cuando al despertar tenga una lista de por lo menos otras 5 cosas que quiero comprar. 

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