Como naciste para la claridad te fuiste no nacido. Te perdiste sereno, antes de mí, y cubriste de siglos la agonía de no verte. No quisiste la orilla de la angustia ni el por qué de unas horas que pasan lentamente en la vida, sin dejar un sollozo, ni un recuerdo, ni nada. No quisiste la aurora. No quisiste la muerte. Rechazaste el olvido, y en la flauta del aire avanzaste perpetuo. No quisiste el amor en féretro de las olas ni quisiste el silencio que deja el túnel breve donde ha dormido el hombre. Tuyo, inmensamente tuyo, como naciste para la claridad te fuiste no nacido, nardo entre dos pupilas que no supieron nunca separar el eco de la sombra. Manantial sin rocíos lastimeros, pie fértil caminando para siempre en la tierra.
Autora: Julia de Burgos
Mi pequeño Noah
Te volveré a ver, mi pequeño niño, en medio de las nubes del
cielo
Veré tu rostro perfecto y tu sonrisa que jamás se apagó
Nunca conociste dolor, ¡oh qué gran gracia!
No vi tu rostro pero te amé desde lo profundo de mis
entrañas
Encubierto estabas en mi vientre
Mi pequeño Noah, te esperaré una vida
Largos son los días en la tierra, inacabables los dolores
Mi juventud se irá, mis fuerzas se acabarán y junto con
ellas,
mi esperanza de verte aumentará con cada paso
Te veré, Noah, te veré
Espérame con los brazos abiertos
Te extraño con el alma
Mamá
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lunes, 30 de marzo de 2015
Poema del hijo no nacido
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