Un amigo me preguntó si a las mujeres nos importa mucho la
calvicie en los hombres. Estaba claramente preocupado por su situación y el
impacto de ésta en su posibilidad de casarse algún día. Además de decirle que
podría identificarse con Bruce Willis, asumiendo su calvicie con estilo y transformándola en parte de su sex appeal, me hizo reflexionar sobre los parámetros
de belleza de hoy día y cómo afectan a hombres y mujeres por igual.
No voy a negarlo, a mí también me preocupa encontrarme
dentro de lo que hoy se considera "atractivo". Es inherente a los
seres humanos. Deseamos aceptación y cariño. Pero somos jueces y esclavos de
estos parámetros creados por nosotros mismos. Vemos estrellas de Hollywood y
modelos extremadamente photoshopeadas, alabamos su belleza y lanzamos un
suspiro pensando muy adentro que nunca podremos ser como ellas. Lo irónico es
que estas mismas estrellas se miran al espejo, sin maquillaje, sin joyas, sin
vestidos de diseñador, y se ven a sí mismas imperfectas, deseando ser más
jóvenes, con cuerpos de Barbie y Kent, y terminan yendo al quirófano por la
misma razón que el resto de los mortales: deseamos aceptación y cariño.
Deseamos encajar.
La realidad es que la inconformidad con uno mismo vende.
Mientras más personas estén inconformes consigo mismas, más cirugías plásticas
se realizarán, más productos de belleza se venderán, más gimnasios se abrirán,
más píldoras para bajar de peso se consumirán y más estrellas continuarán
siendo expuestas como parámetros casi inalcanzables de belleza para motivarnos
a comprar. Un gigantesco ciclo que
inicia una y otra vez.
Pero yo creo que una
revolución es posible si empezamos con nosotros mismos. Dejemos de juzgarnos
tanto y, ¡por favor!, dejemos de juzgar tanto a los demás. Se volvió una pésima
costumbre tildar a los demás de gordos, narigones, pecosos, feos, calvos, como
si no tuvieran otra característica más resaltante que los distinga. Yo creo que es posible reprogramar nuestra
forma de pensar. Se puede, empezando desde casa. Padres que construyen una identidad
sana en sus hijos, que les dicen cada día lo increíblemente bellos que son, por
dentro y por fuera. Padres que enseñan el valor de la bondad y cómo una sonrisa
es su mejor carta de presentación, que les enseñan a amarse a sí mismos
y a apreciar el verdadero valor de las personas. Pequeñas gotas en la mar de lo
superficial que poco a poco cambian paradigmas.
Y para los que ya somos adultos, nos queda reconstruir nuestra
identidad: dejando de juzgarnos tanto, aprendiendo a apreciar nuestra belleza
externa, invirtiendo más tiempo en los valores que verdaderamente importan y haciendo
lo mismo con la belleza de los demás. Una especie de reprogramación de nuestros
pensamientos. Así de sencillo.
Sí, se puede. En algún momento ya pudimos apreciar la
belleza de otras personas luego de conocerlas a fondo. Personas quienes, para
la sociedad, no podrían ser consideradas bellas o perfectas. Si pudimos verlo
en al menos una, podemos verlo en todas, y también en nuestro espejo.
Para quienes entiendan inglés, les dejo una escena de la
película "Happythankyoumoreplease", donde la mujer desea terminar una relación con su compañero de trabajo antes de
iniciarla, porque él no le parece atractivo, entonces él le pide que cierre los
ojos y sólo escuche lo que tiene para decir. Como resultado de su discurso,
ella abre los ojos y ve a un hombre distinto, mucho más atractivo, sólo porque
permitió que, más allá de lo físico, le hablara al corazón. Interesante
ejercicio: cerrar los ojos y ver a los demás con el corazón. Podría sorprendernos
su belleza.
*Fotografía cedida por Summer Skyes 11
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