miércoles, 10 de abril de 2013

La enfermedad como una herramienta del amor



















A mi ser hipocondríaco le vienen bien estados gripales como los que tengo en estos días. Se pone bastante creativo y en momentos hasta se emociona al pensar que lo que tengo no es un común resfriado sino alguna exótica enfermedad recién descubierta.

A los hombres siempre se les critica la excesiva facilidad con la que se  entregan a dolores de cabeza, de estómago o alergias. Pero no son los únicos. Tengo el atrevimiento de romper con el estoicismo de las de mi género para decir que yo también me entrego fácil.

Cuando vivía con mis padres, me bancaban con amor los extensos reposos que me tomaba por gripe o dolor de garganta, cuando pasé a vivir con mis amigos, me bancaban con paciencia los extensos reposos por dolor de cabeza o algún ligero cuadro depresivo, y ahora que me casé, mi esposo me banca con amor, la suma de todos los reposos por diversas causas, desde una uña encarnada hasta cansancio crónico auto diagnosticado.

Lo que me llama la atención; no, no que sea demasiado mimada, es el grupo de personas que ha estado conmigo y me ha acompañado en situaciones tan poco graves como éstas. Rescato esos pequeños actos de amor que se evidencian en los retos de mi mamá por no tomar su té de alguna extraña planta con poderes curativos o el respeto de mis amigos a mi puerta cerrada y humor de perros o los movimientos sigilosos de mi esposo en su intento por no despertarme mientras me prepara algún brebaje para la tos. Son pequeñas muestras de amor disfrazadas en diferentes formas y matices de las cuales abuso en demasiadas ocasiones.

Padres, hermanos, amigos, novios, esposos, todos los que están ahí siempre, los que no tiran la toalla y van aún en contra de nuestros propios brazos caídos para regalarnos fuerzas, son dignos de nuestra mayor admiración y gratitud, porque son capaces de entregarnos desde un consejo mágico hasta su tiempo, lágrimas y paciencia infinitas para hacer de nuestra estadía en la tierra más placentera.

Hoy vi este vídeo  Mi gripe no puede compararse con la gran batalla de Jennifer Merendino, pero si puedo comprender el inmenso amor que le demostró, no sólo su esposo, Angelo, sino también toda la familia y amigos que estuvieron a su lado. Aunque el cáncer venció a su cuerpo, no logró apagar sino sólo profundizar ese sentimiento que nos une como seres humanos a pesar de cualquier diferencia de opinión y pensamiento.

Sea gripe, cáncer u otro momento difícil por el que estés pasando, tómate de ese gran amor que todos los que están cerca tuyo te ofrecen para; además de aminorar la carga, tener un poco más de esperanza en la lucha.

Para conocer más de la historia de Jen & Angelo: http://mywifesfightwithbreastcancer.com/



1 comentario :

  1. Te olvidaste de Fluffy, quien no se separaba de tu lado cuando tuviste neumonia, ella te seguía hasta el baño cuidándote, aunque si algo te pasaba, ella no podría hacer nada, realmente, pequeñas gripes, cuadros depresivos, grandes cirugias etc, solo hacen el amor mas fuerte..

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